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Alberto Orellano: memoria, comunidad y murga como forma de acción colectiva

Alberto Orellano: memoria, comunidad y murga como forma de acción colectiva

Alberto Orellano forma parte del equipo de trabajo del Archivo Gráfico y Museo Histórico de San Francisco. Desde allí, impulsa una tarea orientada no sólo a preservar la memoria de la ciudad, sino también a proyectarla con sentido comunitario y educativo.

Orellano destaca que la labor del museo es profundamente horizontal y colaborativa. Su foco principal está puesto en las visitas escolares, especialmente de nivel inicial y primario. La metodología elegida para transmitir el conocimiento es a través de lo emocional. “Creemos que es una buena forma de interactuar y que al pibe le provoque algo conocer un objeto o una parte de la historia de nuestra ciudad”, señala. Bajo esa lógica, considera fundamental que los niños puedan identificar la historia como una herramienta para construir identidad local: “hay que conocer para querer”.

Las tareas en el archivo abarcan desde la guía a visitantes, la organización de donaciones y objetos patrimoniales, hasta el mantenimiento del Paseo Verde. El trabajo no se limita al horario de atención; Orellano remarca que, si alguien de otra localidad llega fuera de hora, hace lo posible por recibirlo. En ese contacto directo con las personas sostiene el valor del “cara a cara” como el mejor modo de transmitir la historia.

Una fecha importante para la institución será el 15 de mayo, durante la Noche de los Museos, ocasión en la que presentarán la nueva página web del Archivo. Sin embargo, para Orellano, lo esencial sigue siendo el vínculo humano.

La confianza de la comunidad se manifiesta en la entrega constante de objetos valiosos. Muchos adultos mayores, al no saber qué destino darles a sus pertenencias, optan por donarlos al museo. Cada pieza es registrada con el nombre del donante y contextualizada en su historia. “Parece que en el museo se guardan vivencias importantes”, afirma Orellano, quien subraya que el valor no es económico, sino simbólico: lo que significaron esos objetos en la vida de la ciudad.

Desde 1997, el museo también cuenta con una sección de paleontología, surgida tras el hallazgo del primer fósil local. El equipo fue capacitado por especialistas para realizar rescates con rigor técnico, incorporando a San Francisco al mapa paleontológico nacional. Entre las especies halladas figuran el tigre dientes de sable y el sclerocalyptus. Estos materiales están disponibles para investigación científica y han sido declarados patrimonio de la Nación y la Provincia.

Fuera del ámbito institucional, Orellano también participa en espacios sociales vinculados a la alimentación y el trabajo barrial. Uno de ellos, “Ojos que ven, corazón que siente”, produce viandas para personas en situación vulnerable. Además de cubrir una necesidad alimentaria, busca ser un punto de encuentro comunitario. “Nadie se salva solo”, afirma, al explicar la importancia de lo colectivo en tiempos difíciles.

En paralelo, intenta mantener viva su participación junto a distintas murgas de la ciudad, herramientas de expresión popular que considera clave para ingresar a los barrios y generar impacto social. “La murga para mí es mágica. Dicen que la murga es un bombo y un redoblante. Es viento de voces que te empujan hacia adelante”, resume. Para él, el carnaval debe recuperar su carácter participativo y comunitario, alejado del enfoque comercial.

Con un lema que combina alegría y compromiso —“La alegría es cosa seria”—, Orellano entiende que la cultura popular también es una forma de resistencia. “Los tambores de la murga van a sonar mientras haya un derecho por defender”, concluye.

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