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El tenis y el ajedrez, dos disciplinas con mucho en común

El tenis y el ajedrez, dos disciplinas con mucho en común

A primera vista el tenis y el ajedrez parecen deportes difícilmente comparables. El uno es todo acción e intensidad física, el otro quietud y pensamiento reflexivo. El tenis tiene reglas sencillas y una estética fácilmente visible, en tanto el ajedrez es un juego para entendidos. Sin embargo, si se analiza un poco más, se advierten algunas similitudes importantes.

Los dos son deportes de contienda individual, de uno contra uno. Admiten también las competiciones por equipos, como la Copa Davis en el tenis y las Olimpiadas por equipos en el ajedrez. La duración promedio de un partido de tenis y uno de ajedrez también es similar, de alrededor de tres horas o un poco más. El sistema de competición piramidal de los torneos de tenis, también se aplica a torneos de ajedrez importantes. Estos parecidos hacen que la psicología del tenista y la del ajedrecista tengan puntos en común: la estrategia para enfrentar a determinado rival, la preparación previa, la difícil forma de absorber la derrota en situaciones límites, por ejemplo en el tenis cuando se es eliminado en cuartos o en semifinales de un Grand Slam o un Masters 1000, o en el ajedrez cuando se pierde en la última ronda de un torneo importante, la herida narcisista que esto implica, la dificultad para conciliar el sueño, el pensamiento recurrente de si hubiese metido esa volea fácil y ganado ese game que se perdió… Entonces el partido se podría haber ganado. O para el ajedrecista si hubiese hecho esa jugada que había estado planeando y no sé por qué no se hizo… Una diferencia es que en el tenis no hay empate, lo que conlleva una intensidad agonística mayor, mientras que el ajedrez permite un ahorro de sufrimiento con el pacto de las tablas.

En la táctica y en la estrategia también encontramos paralelos. Por ejemplo cuando en el tenis un jugador asume la iniciativa volcando sus golpes hacia uno de los lados de la cancha, para luego hacer un cambio brusco con un golpe dirigido hacia la otra esquina; esto se asemeja en el ajedrez cuando un jugador amenaza atacar por un flanco, incitando a su rival a trasladar la masa de sus fuerzas hacia ese sector, para luego atacar por el otro flanco. Son maniobras de guerra, que se aplican a muchos juegos y deportes. Una debilidad estratégica en ajedrez, como puede ser un peón aislado, permite al bando fuerte organizar su juego sobre ese aspecto como tema central. En el tenis puede ocurrir que uno de los jugadores advierta una debilidad en el oponente, por ejemplo en el revés, y entonces recargue su juego dirigiéndolo hacia ese revés.

Tener el saque en el tenis es una ventaja que puede asimilarse a llevar las blancas en el ajedrez. En el tenis un buen sacador puede dictar las condiciones del juego imponiendo su estilo de saque y volea. En el ajedrez un jugador que esté bien preparado en las aperturas impone presión a su rival desde las primeras jugadas. Recuerdo que cuando Garry Kasparov estaba en su apogeo, su gran preparación de aperturas con blancas hacía que los maestros se refirieran, en lenguaje tenístico, al «saque de Kasparov». Tanto para el jugador que resta en el tenis, como para aquél ajedrecista que se sabe débil en materia de aperturas, el grado de tensión, y necesidad de estar alerta, es máximo desde el inicio mismo del game o la partida. Toni Nadal, el tío y entrenador de Rafael, que practica asiduamente el ajedrez por internet en la modalidad de partidas rápidas, ha dejado una interesante reflexión en un reportaje, diciendo que tanto en el ajedrez como en el tenis es muy importante el dominio del centro. Aunque pueda ganarse algún punto, o alguna partida, mediante un ataque de flanco, el que domina el centro es el que rige el juego. Cuando un tenista saca, inmediatamente toma el dominio del centro de la cancha.

El marplatense Horacio Zeballos, número 3 del mundo en dobles, es fanático del ajedrez; aquí, jugando con su esposa, Sofía Menconi.El marplatense Horacio Zeballos, número 3 del mundo en dobles, es fanático del ajedrez; aquí, jugando con su esposa, Sofía Menconi.
Entre los aficionados al ajedrez suele darse una sobrevaloración hacia el jugador de ataque, por encima del jugador de defensa, cuando para los profesionales no existe esa distinción ya que se necesita tanta destreza para atacar como para defender, e incluso la defensa requiere una templanza y una entereza de ánimo mayor. En el tenis también hay como una valoración estética negativa para el que meramente defiende llamándosele a veces «pasabolas», como si fuera fácil, o como si no requiriera una capacidad técnica sobresaliente el defender bien.

Que son deportes complementarios lo muestra el que muchos ajedrecistas son aficionados al tenis; en la Argentina quien señaladamente lo ha practicado es Oscar Panno. Al excampeón mundial Boris Spassky lo he visto en las Olimpiadas presentarse a la partida con indumentaria de tenis y una raqueta en la mano, cómo indicándole al rival que estaba dispuesto a un empate rápido para irse a jugar tenis. Y también los tenistas son aficionados al ajedrez. El marplatense Horacio Zeballos, número 3 del mundo en dobles, concurre a un club de ajedrez en Buenos Aires y, cuando el circuito de las raquetas se lo permite, juegas torneos. Antes mencionamos a Toni Nadal; su sobrino Rafael también lo practica. En su momento a Novak Djokovic se lo ha visto jugando al ajedrez con su entonces entrenador Boris Becker, ganador tres veces de Wimbledon, y que manifestó varias veces su afición por el ajedrez. Y de Roger Federer he leído una anécdota de cuando era joven y al perder una partida de ajedrez reaccionó tirando las piezas del tablero. En eso también nos parecemos tenistas y ajedrecistas: nunca aprendemos a perder.

 

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