
Raúl Giaccardi es mucho más que un vecino histórico de la ciudad de San Francisco. Es un testimonio vivo de compromiso, esfuerzo y vocación.
Nacido aquí, vivió una infancia de valores sólidos en el seno de una familia humilde, marcada por la figura trabajadora de su padre, empleado de campo. Desde aquellos años forjó su espíritu de superación y agradecimiento.
Cursó su educación primaria en una escuela rural, desde donde dio el gran salto a la Escuela del Trabajo, hoy IPET N° 50 «Emilio F. Olmos», desafiando las dudas de quienes creían que los alumnos de campo no podrían rendir en un ámbito técnico exigente. No solo aprobó, sino que se destacó completando el ciclo básico, el técnico nocturno y más adelante el profesorado, mientras trabajaba para sostener sus estudios.
Su vínculo con la institución fue profundo y duradero: más de 40 años entre estudiante y docente, especialmente en la especialidad de automotores. Durante 32 años fue maestro de taller y culminó su carrera como jefe de taller, hasta su jubilación hace 15 años. A lo largo de su camino, sembró no solo conocimientos, sino también vínculos humanos inolvidables con alumnos, colegas y generaciones enteras que hoy lo saludan con cariño y respeto.
Raúl destaca que la Escuela del Trabajo fue su segunda casa, un espacio que le permitió desarrollarse profesionalmente, con libertad para llevar adelante proyectos, disfrutar de la docencia y vivir una experiencia educativa plena. También formó parte de la Cooperadora durante casi una década, y aún hoy, ya jubilado, mantiene su cercanía con la institución.
La escuela celebra este año su 90° aniversario, y Raúl remarca que “esta escuela se celebra todos los días, porque forma a los jóvenes no solo en lo técnico, sino en lo humano”. Gracias al internado del establecimiento, él y muchos alumnos del interior pudieron acceder a la educación, algo que siempre destaca con enorme gratitud.
Además de su vida docente, Giaccardi desarrolló pasiones personales que alimentan su espíritu: fue locutor amateur durante 30 años en eventos de ciclismo y automovilismo, y desde hace más de 16 años es un motociclista activo. Ha recorrido más de 70.000 kilómetros en rutas de Argentina y países vecinos, disfrutando de la libertad de la ruta y del tiempo que la jubilación le permite dedicar a sus hobbies. Restaurador de motos y amante de los viajes, Raúl aún hoy se sube a su moto para recorrer caminos y seguir acumulando historias.
En lo personal, comparte su vida con su esposa, quien —aunque no lo acompaña en moto— lo apoya incondicionalmente. Tiene dos hijos y cuatro nietos, y disfruta de la familia con la serenidad que da una vida vivida con pasión, entrega y gratitud.
A pesar de enfrentar problemas de salud en los últimos años, Raúl mantiene intacto su espíritu alegre y agradecido. “Soy un agradecido de la vida. No sé si es la felicidad plena, pero esto es la felicidad”, concluye con una sonrisa que resume décadas de esfuerzo, vocación y amor por la enseñanza.