Su padre tardó 15 años en reconocerla y ahora la convirtió en figura electoral. Los secretos de la relación y un hotel polémico.
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Jaime Durán Barba, el polémico asesor ecuatoriano del PRO, está indignado con el focus group que realizó para auscultar los puntos débiles de su rival en las elecciones de octubre, Daniel Scioli. Cuando les preguntó a los encuestados cuál era su opinión sobre el hecho de que el ex motonauta hubiera tardado casi 16 años en reconocer a su hija Lorena, la respuesta lo dejó boquiabierto. “Casi todos decían: ‘Pobre, recién la pudo conocer de grande’… Es increíbe este nivel de empatía, al tipo realmente no le entran balas”, se ofuscó Durán Barba ante sus colaboradores. El gurú de Mauricio Macri creía que en esa escabrosa historia familiar podía encontrar una debilidad para atacar, pero chocó contra la evidencia: a Scioli se le perdona casi todo.
Lo sabe el propio candidato del Frente para la Victoria, quien en las últimas semanas reconvirtió a su hija en un insumo de campaña. Lorena Scioli, de 37 años, hoy recorre el país como abanderada de la Fundación DAR, la encargada de elaborar las propuestas electorales de su padre. La hija es parte del área de Desarrollo Social y Humano de la fundación y suma repercusión en los medios desde que levantó el perfil y comenzó a asistir a actos e inauguraciones con gusto a proselitismo. El jueves 3 de septiembre estuvo en Mendoza, donde inauguró seis lactarios y se sacó fotos con el gobernador “Paco” Pérez, posible integrante de un futuro gabinete sciolista. El lunes 7 repitió la experiencia en La Plata, con más lactarios inaugurados. Y en el raid que se viene en lo inmediato figuran Córdoba, Bariloche y otros destinos en los que Scioli necesita sumar votos. También participó de la Cumbre de Alimentos que organiza el Ministerio de Salud bonaerense y acompañó la presentación de un proyecto de ley sobre dislexia en el Senado de la Nación. Esa hiperactividad repentina es un pedido de su padre, el hombre que en otros tiempos se negaba a reconocerla y darle su apellido.
Dice un influyente operador de Scioli: “Lorena nos suma. Ella se dedica a la campaña de lactancia materna, a las necesidades de la gente y le aporta una imagen familiar a Daniel, de padre de familia”.
Noticias: ¿No les juega en contra el antecedente de que Scioli antes se negara a reconocerla?
Operador: Para nada. Lo que el público valora es que él haya enmendado su error y construido una relación tan buena con su hija. Es una historia con final feliz, ¿me entiende?
Lorena Scioli también disfruta ese final feliz. Pero no siempre pensó que llegaría.
Fotos. Entre las reivindicaciones que la hija del candidato logró en los últimos tiempos está la de ser quien seleccionó todas las imágenes de un libro de campaña sobre la vida y obra de él, publicado por la editorial Atlántida “a 25 años del accidente”, como se señala en la tapa. En muchas, muchísimas fotos aparece ella al lado de su papá, a veces también con Karina Rabolini, en otras ocasiones con su madre y Scioli juntos, o con Los Pimpinela o Susana Giménez. El protagonismo de Lorena en la agenda del gobernador bonaerense es un dato que salta a la vista en esas instantáneas.
En el pasado, cuando era una niña, Lorena también coleccionaba fotos de su padre, empapelaba su cuarto con sus postales de triunfos deportivos, la lancha veloz de las competiciones de offshore con el piloto bronceado comandándola, las tapas de las revistas del corazón que lo retrataban junto a una de las modelitos del momento, la bella Karina Rabolini. En esas imágenes faltaba ella, la hija. Sabía que Scioli era su papá. Y también que él no quería reconocerla. Cuando sus compañeros de colegio en Rosario preguntaban por ese altar de imágenes del motonauta en su cuarto, ella contestaba con la verdad: “Es mi papá”. Pocos le creían. La nena les hablaba a las fotos cuando necesitaba desahogarse por algo.
Su madre, Margarita Beltrán, le dijo la verdad desde que tuvo uso de razón. Era una ex empleada de Casa Scioli, la cadena de electrodomésticos familiar, que empezó a noviar con el joven heredero del clan cuando él tenía 18 años y ella 25. Cuando quedó embarazada, Scioli se negó a asumir la paternidad y le pidió reiteradas veces que abortara. Tampoco quiso hacerse un ADN. Ella volvió a su Rosario natal y crió a su hija sola, con ayuda de la familia. Lorena nació el 31 de enero de 1978 y recién tuvo noticias de su padre en abril de 1989, cuando él la llamó por teléfono a Rosario, ofuscado por una demanda por filiación que Margarita Beltrán acababa de iniciarle en la Justicia. En esa breve charla, él admitió ser su padre, pero le dijo que no la reconocería y que la quería lejos de su vida. Para Lorena, de 11 años, fue un golpe duro.
Meses después, en diciembre del mismo 1989, ella pudo verlo por primera vez. Pero él no a ella. Estaba internado en una clínica de Rosario, con el brazo amputado por el terrible accidente de lancha, inconsciente. La clínica quedaba a la vuelta de la casa en la que vivían madre e hija y Lorena siguió su impulso. La madre trató de oponerse, pero ella le rogó: “Tengo miedo de que se muera sin conocerlo”. Allí lo vio, en terapia intensiva, a través de una ventana. El cardiocirujano a cargo pidió que no entrara a verlo una vez que él recuperara la consciencia porque podía sufrir un shock emocional. Lorena obedeció con lágrimas en los ojos.
Ese día, en la clínica, conoció a sus abuelos, José y Esther. También estaba el hermano de Daniel, “Pepe”, el mismo que hoy es su jefe en la Fundación DAR. Entre los tres pudieron evitar que la nena se cruzara con Karina Rabolini, que estaba llegando desde Buenos Aires para ver a su marido accidentado. La mujer de Scioli no debía enterarse de su existencia: cuando ella subía por el ascensor, Lorena y su madre bajaron con apuro por las escaleras.
La desoladora historia comenzó a corregir su rumbo recién en 1993, cuando Margarita Beltrán ganó finalmente el juicio por filiación, luego de que Scioli se negara en forma sistemática a realizarse estudios de sangre en el Hospital Durán. El fallo lo obligaba a resarcirla con 70.000 dólares, pero luego llegaron a un arreglo extrajudicial con compromisos económicos. Entonces sí, arrinconado por la Justicia, Scioli cedió.
El 20 de diciembre de ese mismo año, después de trotar por los bosques de Palermo y meditarlo mucho, llamó a su hija a Rosario y le dijo que quería verla. Ella tenía 15 años y él 37. El padre bromeó: “Voy a ir con una flor roja en la mano para que me reconozcas”.
Primero hubo un paseo en lancha y un almuerzo en el río. Después la invitó a su cumpleaños, el 11 de enero. Y finalmente se selló todo como a Scioli más le gusta, en la tapa de los medios. El 22 de enero almorzaron en el restaurante El Dorado, en Pinamar, y le dieron una nota a la revista Gente. “Esta es mi hija”, decía él en la portada.
En ese momento también le escribió una carta que ella conserva y que ilustra estas páginas. “Creo y siento que el regalo más hermoso que nos podemos hacer es la felicidad y alegría de estar juntos para siempre”, decía en la esquela. Y continuaba: “Mi corazón y mi alma están abiertos para vos, y ahora sólo espero que tengas el amor y la vida que merecés por ser como sos, por haberme esperado tanto y estar haciéndome tan feliz desde que te conocí”.
Tiempo atrás, NOTICIAS le preguntó si no sentía culpa por haberse perdido la infancia de Lorena. Scioli respondió: “Ella y yo pensamos que lo mejor era mirar para adelante. El mensaje es ‘siempre se está a tiempo’”.
La relación. El gobernador aprendió a ser un buen padre. Años después de reconocer a Lorena, cuando asumió como diputado por el menemismo, se convirtió en padrino de la Asociación de Hijos No Reconocidos (AHNR) y presentó proyectos para crear el Banco Genético Nacional para estudios de ADN, modificar el Código Civil sobre los juicios de reconocimiento, establecer la mediación obligatoria y autorizar la modalidad que el juez había aplicado como excepción en su propia causa: ordenar el pago de alimentos y manutención incluso antes de que se comprobara clínicamente el vínculo filiatorio.
Lorena hoy no sólo es su hija y tiene su apellido, sino que trabaja para que sea presidente. Está en la Fundación DAR desde hace ocho meses y recorre el país al frente del programa “De cero a 1.000”, que habla de la importancia de los primeros mil días para el desarrollo de un niño desde el momento de su gestación, algo que incluye los famosos dos años de lactancia, la obsesión de ella. Scioli la convocó a participar de la fundación –dice que trabaja ad honorem– luego de que ella martillara con el tema de la lactancia cada vez que iba a visitarlo los fines de semana a su casa de Villa La Ñata. Desde que nació su hija Camila, de dos años y medio, y recién destetada, ella no habla de otra cosa.
El marido de Lorena se llama Eladio González Rodríguez y es uno de los propietarios del Real Hotel Luján, afectado por las últimas inundaciones en la provincia. Es quien hoy se encarga, en los papeles, de mantener a los suyos con ese emprendimiento. Lo curioso es que el marido está emparentado a un polémico personaje, Luis Alberto Peluso, un funcionario de Scioli que fue echado de la gobernación por los escándalos que lo salpicaron en la Justicia. Fue apartado en el 2009 de su cargo de interventor de Lotería y Casinos porque se lo investigó, entre otros temas, por no haber incluido en su declaración jurada de bienes una lujosa casa en Miami, y por operar una supuesta mesa de dinero ilegal en el casino flotante de Puerto Madero. Se lo señaló, además, como supuesto recaudador informal del gobernador. El mismo Peluso es quien conformó hace dos años Emprendimientos del Luján SA, la empresa que administra el hotel del marido de Lorena Scioli, quien además aparece como director de esa firma. El negocio genera dudas.
Antes de formar su familia, Lorena Scioli vivió con su padre y con Karina Rabolini. Se mudó de Rosario a Buenos Aires a los 20 años para cursar la Licenciatura de Comercialización en la UCES y se quedó en el PH que Scioli tenía en el Abasto hasta los 30. Con Rabolini lograron una excelente convivencia, a pesar de la obstinada resistencia inicial de la mujer de Scioli. “A Lorena no la siento mi hija, es una relación a la que no puedo ponerle un título”, le dijo Karina a NOTICIAS en una entrevista del 2009. En esa charla, en la que también intervino Lorena, quedaron al desnudo algunas intimidades de esa relación de a tres.
Noticias: ¿A Scioli que le gusta de usted?
Karina Rabolini: Cómo cocino. Es el mejor halago que me puede hacer.
Lorena Scioli: No, papá te halaga un montón, che.
Karina: Cierto. ¿Qué más, “Pupi”?
Lorena: Siempre te dice que estás re linda.
Karina: Sí. ¿Qué más, “Pupi”?
Lorena: ¿Qué más querés? La adora, todo lo que ella hace está bien.
Karina: Ay, ¿viste que encanto de hijastra tengo?
Noticias: ¿Y usted cómo lo halaga a Scioli?
Karina: ¿Cómo lo halago, “Pupi”?
Lorena: Eso es más complicado.
Karina: Sí, la verdad es que lo criticamos bastante. Es que no necesita ser halagado (risas).
Lorena: ¡Si él se adora!
La relación entre las dos compinches no había empezado tan bien. Karina se enteró de que Scioli tenía una hija no reconocida cuando lo anunciaron en un noticiero. Estaban viendo televisión juntos y la conductora dio la primicia sobre el fallo del juicio de filiación que condenaba al motonauta. Ella solo atinó a decir: “¿Qué es esto?”. Y tras las titubeantes explicaciones de él, cerró la discusión: “Hacé lo que quieras, pero no la mezcles con mi vida”. Desde entonces, y durante largo tiempo, Rabolini desaparecía del PH del Abasto cada vez que Lorena venía a visitar a su padre. Pero esa historia, como se ve, también tuvo un final feliz.
“No somos ningún ejemplo”, le dijo Rabolini a NOTICIAS algún tiempo atrás. “Armamos nuestra familia como pudimos”.
Proselitismo. Scioli es un experto en convertir sus desgracias en marketing positivo. Así como transformó a una hija a la que había negado en un sentimental objeto de campaña, también suele hablar largo y tendido sobre el accidente que le arrancó un brazo y se fotografía gustoso sin su prótesis en los partidos de fútbol en La Ñata. En algún viaje a los Estados Unidos, aún como vicepresidente de Néstor Kirchner, llegó a proyectar el video del accidente con su lancha como carta de presentación personal, ante un auditorio de empresarios que murmuraban sin poder creer lo que estaban viendo.
Su hija mantiene un perfil más humilde, por ahora. Quienes la quieren recuerdan que años atrás tuvo un cargo en la cadena de supermercados Coto, para el que aplicó sin mencionar su parentesco con el gobernandor. Cuando el gerente de recursos humanos le mencionó al dueño que tenía entre manos el CV de una tal Lorena Scioli, Alfredo Coto llamó al ex motonauta y obtuvo esta respuesta: “Sí, es mi hija, pero ella quiso presentarse como una más”.
En estos días de mayor exposición, el contacto con la prensa se hace inevitable. La semana pasada un periodista le preguntó si pensaba ocupar un cargo político o analizar una candidatura. Su respuesta dejó abierta la puerta: “No quiero ser presa de mis palabras, pero eso no está en mi mente en este momento”.
El 10 de diciembre, si su padre llega al poder, puede comenzar otra historia.
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